El trabajo del editor
Ayer, en Miradas al Sur, encontré una nota sobre el mercado editorial en Argentina. Acá la comparto:
La noticia de la fusión de Penguin y Random House en julio del año pasado fue una de las más rimbombantes en el universo editorial. Por entonces, se supo que el grupo Bertelsmann se quedaba con el 53% y Pearson con el 47%, con lo cual, los dos pulpos, P–RH, se quedarían con el negocio editorial de libros físicos y digitales (ficción y no ficción, para adultos y para niños) en los Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia, India y Nueva Zelanda; Penguin en soledad se quedaría con los productos en Asia y Sudáfrica, y Random House con los de España, México, Argentina, Uruguay, Colombia y Chile. Ya en noviembre de 2012, Bertelsmann, como sociedad matriz, en representación de Random House, había adquirido la propiedad total de Mondadori, quedándose en los papeles con la unión entre ambos sellos que venía desde 2001. ¿Qué significaba eso? Más de 10.000 empleados en los cinco continentes, cerca de 250 sellos, algo más de 15.000 nuevos títulos por año. En contrapartida, también trascendió que el grupo editorial español Prisa seguía su derrotero de pérdidas (451,29 millones de euros en 2011; 255 millones en 2012) a pesar de las subidas en ingresos publicitarios que portaron las filiales latinoamericanas. La deuda neta del grupo llegaba a 3.200 millones de euros, de los cuales poco más de 2.900 millones correspondían a deuda bancaria. Ante esa realidad, otra noticia bomba suplantó a la de julio de 2013: Penguin Random House compraría parte del grupo Prisa, con lo cual absorbería los sellos Alfaguara, Aguilar, Suma de Letras y Taurus. Las afirmaciones y las desmentidas invadieron todos los ámbitos. Hubo declaraciones del presidente ejecutivo de Prisa, Juan Luis Cebrián: "No se debe hablar de la venta de activos relevantes del grupo. En un plazo suficiente y realista, facilitaremos que dichas disposiciones no se hagan con precipitación, ni presionados por la baja en los precios o por el oportunismo de algunos licitantes". Si bien no hubo, a partir de enero de este año, ninguna notificación que confirmara el espectáculo de un mundo editorial digitado sólo por dos grandes grupos (el mencionado P–RH y el otro megasello, Planeta), las dudas sobre un universo total de lectores que sólo podrían leer lo que estipularan dos editoriales estaban planteadas.
Las divisiones en lengua española de Penguin Random House Grupo Editorial incluyen, en estricto orden alfabético, los sellos Beascoa, Caballo de Troya, Collins, Conecta, Debate, Debolsillo, Fantasy, Grijalbo, Literatura Random House, Lumen, Mondadori, Nube de Tinta, Plaza & Janés, Reservoir Books, RHM Flash, Rosa dels Vents y Sudamericana. Planeta, el otro gran grupo, parecía competir, hasta la fecha de las fusiones, entre sus múltiples sellos a la hora de lograr un sitio destacado en las vidrieras de las librerías: Editorial Planeta Ediciones Generales, Espasa, Destino, Temas de Hoy, Seix Barral, BackList, Bronce, MR Ediciones, Emecé, Alienta Editorial, Gestión 2000, Deusto, Para Dummies, GeoPlaneta, Lunwerg Editores, Planeta DeAgostini Cómics, Cúpula, Lectura Plus, Minotauro, Timun Mas, Esencia, Zenith, Crítica, Ariel, Paidós, Oniro, Noguer, Austral, Joaquín Mortiz, Diana, Academia de Inteligencia.
Muchos, demasiados como para estar en cuatro manos. Por eso, Miradas al Sur convocó a nueve editores de sellos nacionales para saber si, justamente, desde sus trabajos, pueden romper con esa lógica globalizada de lectura, de escritura, pero sobre todo de edición, que plantea el manejo de lo publicado. Fabián Lebenglik, Damián Tabarovsky, Vanesa Hernández, Ariel Sebastián Díaz, Leonora Djament, Matías Reck, Ezequiel Fanego, Luciano Lutereau y Luis Chitarroni respondieron diez preguntas (en las cuales se dejó de lado la apreciación personal sobre los dos grandes grupos en cuestión) tendientes a comprender los por qué, los para qué y los cómo en esa tarea de construir, llevar adelante y desarrollar un catálogo digno y, por supuesto, competitivo, que abra nuevos horizontes a un mundo binario. Las respuestas, tanto como la decisión de no responder a determinadas preguntas, son un aporte indispensable para mantener activa la relación entre autores y lectores en las salvajes aguas del mercado del libro.
Preguntas
¿Qué es un editor?
¿Cuál quería que fuera su aporte al mundo editorial cuando empezó y qué es lo que espera ahora?
Si el futuro será de ediciones digitales, ¿cómo imagina la tarea de un editor?
¿Qué características tendría la editorial ideal en la que sueña trabajar?
¿Qué cinco condiciones imprescindibles debe tener un buen editor?
¿Cómo se calificaría en esos ítems?
¿Hay algún tipo de amenazas o contratiempos en el trabajo del editor?
¿Qué libro/s le hubiese gustado publicar de los que aparecieron durante el año pasado?
¿Qué tipo de libros no querría publicar jamás?
¿Cuál es la imagen que tiene del mundo editorial de aquí a los próximos cinco años?
Fabián Lebenglik
Adriana Hidalgo Editora
El editor se encarga de descubrir, valorar y seleccionar textos, libros y autores; de darlos a conocer y hacerlos circular; de indagar en la lógica de los textos y acompañar al escritor, ayudándolo a lograr el mejor libro posible para su publicación. El editor busca generar nuevos lectores; traduce o hace traducir lo que le resulte más interesante de otras lenguas; es un intermediario entre los autores y los lectores.
Esperaba construir un muy buen catálogo editorial, confiable para los lectores. Ahora espero seguir sumando buenos libros y lectores para ese catálogo.
Creo que el trabajo de los editores va a ser cada vez más necesario, cualquiera sea el formato, soporte o modo de transmisión y publicación de los textos. El lugar del editor es cada vez más necesario en la cultura contemporánea porque internet transformó los textos (como también sucede con la música y las imágenes) en fluidos magmáticos, muchas veces indeterminados y de origen incierto. De modo que el editor formado, con ojo entrenado, tiene la tarea de encontrar buenos libros para darle sentido a ese magma abrumador.
El proyecto ideal coincide con la editorial de la cual soy cofundador y director editorial.
El buen editor debe establecer relaciones propias entre los textos y los demás objetos de la cultura, independientemente y de diferentes maneras que la estadística, las superindizaciones y los metadatos que arrojan como resultado las respuestas de los buscadores de internet. Debe poder leer textos en otras dos o tres lenguas. Debe ser un internauta, un visitante de bibliotecas y un “navegador” avant la lettre. El buen editor debe establecer, a través de su catálogo, mapas particulares y nuevas cartografías. Debe guiarse más por las sinapsis propias y ajenas que por los estandarizados links de los buscadores de internet. El buen editor no debe correr tras supuestas demandas, sino generar demandas nuevas.
La calificación propia sería un ejercicio de autobombo. Prefiero guiarme por lo que dicen los otros. Y lo que dicen los lectores, la crítica especializada, los libreros y los colegas es muy bueno.
Siempre hubo amenazas y contratiempos, el peor es la falta de tiempo.
Los libros que me hubiera gustado publicar los publiqué.
Me gusta el trabajo editorial creativo, riguroso y sin concesiones. Lo que no me gusta, no lo publico.
El futuro ya está inscripto en el presente. Crecen y se expanden las grandes corporaciones editoriales. Y por otra parte crecen también los proyectos editoriales de editores.
Damián Tabarovsky
Mardulce
Creo que un editor ayuda a convertir un texto en un libro.
Podría decirlo a la inversa: la edición me aportó mucho a mí, más que yo a ella. Aprendí mucho, leí mucho y siempre trabajé en editoriales dignas, lo que no es poco. Puedo decir, sí, que muchos autores a los que publiqué –argentinos, del resto de América latina y traducidos– han aportado mucho a la literatura y al ensayo. Lo más importante en la edición son los autores y los textos, los editores somos secundarios.
Predecir el futuro conduce invariablemente al error. No obstante, me parece que en lo que hace a la selección de los libros a publicar, y al trabajo en conjunto sobre el texto con el autor o el traductor, no debería haber grandes cambios. El resto es un enigma.
Algún día me gustaría dirigir una editorial –o al menos una colección– de raros de las vanguardias latinoamericanas.
Yo creo que con una sola alcanza: tiene que leer. Desconfío de los editores que no tienen bibliotecas descomunales en sus casas.
No contesta.
Contratiempos hay de todo tipo: contratos, agentes, autores locos… pero nada grave, por suerte.
En la ciudad del mañana, de Brigitte Reimann y Hermann Henselmann, publicado por Errata Naturae.
Los que necesitan una rentabilidad como la de las salchichas.
Estar en Mardulce dentro de cinco años ya sería todo un éxito. Por lo demás, es un enigma.
Vanesa Hernández
Editorial Paidós
El editor es un intermediario entre el autor y el lector. En el contexto de una editorial, el editor está atento e informado de lo que se publica en otros sellos, de las noticias, de lo que pasa en el mundo, de lo que le sucede a la gente; de los libros que fueron publicados y no funcionaron y de los que fueron un éxito de ventas, de los distintos tipos de autores, de todo lo relacionado al universo del libro. Pero, fundamentalmente, es quien trabaja a diario con el autor en un proyecto de libro, en las ideas y en el formato.
Cuando empecé a trabajar esperaba colaborar para sostener las colecciones de Paidós, Ariel y Crítica y que estos sellos siguieran creciendo, se fortalecieran y que no fuesen absolutamente absorbidos por la lógica del mercado. Hoy, reconozco que el mundo económico va por donde tiene que ir. Mi aporte, ahora, es poner en manos del lector el mejor libro que podamos editar.
En unos años imagino que el editor seguirá haciendo lo mismo. El libro digital va a contar con un público más amplio, universitario y académico. El libro en papel no va desaparecer y ambos formatos se complementarán muy bien. Hay lectores para todos los soportes; como los hay para el diario en papel y su versión digital. Seguirán cambiando las herramientas de trabajo, los soportes, pero el editor tendrá que hacer la misma tarea (encontrar buenos autores y buenos libros y trabajar con ellos) y seguirá publicando libros en formato digital o en papel.
Cuesta pensar en la existencia de algo ideal, ningún lugar de trabajo lo es. Quizás lo soñado es trabajar en una editorial donde no fuese necesario correr todo el tiempo.
Creo que necesita ser perceptivo, poder “ver” lo que el autor quiere en su libro e intervenir respetuosamente. Tener habilidad para sacarle todo el jugo posible al texto, para optimizarlo, aunque el autor tendrá siempre la última palabra. Intuición, para detectar a aquellos viejos o nuevos autores que tienen algo distinto para decir. Visión de conjunto y proyección comercial. Es muy placentero editar libros que a uno le gustan, pero si esos libros no prefiguran una venta aceptable, están fuera del proyecto editorial. Y, último pero no menos esencial, tener una energía excepcional y ser generosísimo con su tiempo.
Sigo trabajando en la mayoría.
Amenazas, no. Muchos contratiempos. En principio, la tarea de mediación es también entre el autor y editor, entre el editor y otros sectores de la editorial que trabajan con el libro una vez editado. Es un trabajo de coordinación que necesita del aporte humano constantemente y en el día a día no es sencillo.
Paranoia. La locura que hace la historia, de Luigi Zoja (FCE). Un tratado increíble sobre la paranoia colectiva. Hay caraterizaciones de personajes como la de Hitler, que sembró la paranoia en la gente común y supo aprovechar un momento particular de la historia. El libro te permite comprender muchas cosas que pasaron no porque tenían que pasar sino porque existió un paranoico que encaminó el rumbo de la historia por ese lado. Además, explica muy bien el funcionamiento de las actitudes paranoicas.
Libros técnicos.
La tendencia monopólica seguirá su camino y avanzará, pero algunas de las editoriales pequeñas e independientes van a sobrevivir y estoy segura, además, de que crecerán. Como lectora, me preocupan las ofertas editoriales. Me refiero a la calidad en la edición, en la escritura, en el contenido, de cualquier género: divulgación, científico, literatura, etc. Me interesa mucho qué podrán leer mis hijos en unos años. Estoy convencida de que se pueden hacer mejores libros sin que las editoriales pierdan tiempo o dinero. Un buen libro es un objeto que uno quiere conservar para toda la vida, que no querés prestar y que querés verlo en tu biblioteca siempre. A la persona que compra un libro, no le da lo mismo comprar cualquier otro objeto.
Ariel Sebastián Díaz
Editorial Crack-Up
Para detectar las diferentes necesidades de los lectores. Como bien dijo el editor español Jorge Herralde: “La tarea del editor es crear en el lector una necesidad que no sabía que tenía”. De alguna manera, el editor ayuda al lector a desear. La actividad editorial debe nutrirse de editores dotados de rigor profesional y, al mismo tiempo, de ese elemento del espíritu amateur que implica la apuesta pasional, la adopción de riesgos y la satisfacción de la necesidad del lector. El editor es un actor cultural y social relevante que sostiene un pacto de lectura –implícito– con el lector, que ningún editor comprometido con su actividad debería traicionar: ofrecer un catálogo coherente y de calidad.
Cuando comencé la carrera de Edición en 1996, la Facultad de Filosofía y Letras era un lugar de resistencia cultural e intelectual en medio del desierto neoliberal, pero las condiciones materiales para desarrollar proyectos sustentables eran muy adversas. Tuve que esperar diez años para lanzarme con un sello propio y, paradójicamente, no lo hice con compañeros de la carrera, lo armamos con algunos amigos libreros, como Néstor Pascuzzo, que además tuvo la audacia para montar la librería.
No la imagino, es una realidad. Nos tuvimos que aggiornar al cambio lo más rápido posible, si no te actualizás la sofisticación de la tecnología te lleva puesto. Si te dormís, te perdés un mercado cada día más grande. Nuestro catálogo de e-books está disponible en Bajalibros.com
No existe la editorial ideal. Trabajé ocho años en un grupo editorial multinacional y te puedo asegurar que no es ninguna panacea. Si bien una estructura editorial multinacional posee una capacidad de inversión, distribución y llegada en simultáneo a diferentes países, percibo como contrapartida que los grandes grupos editoriales se ven obligados a producir, sistemáticamente, una mayor cantidad de novedades para mantener su propia estructura interna. Por el contrario, una pequeña o mediana editorial puede tener mayor velocidad de reacción ante los cambios del mercado y cubrir un variado espectro de autores y temáticas escasamente abordadas por los grandes grupos editoriales. Sin embargo, los esfuerzos para el pequeño o mediano editor son inmensos y la recuperación de la inversión, realmente muy lenta. Por ende, se hace muy difícil financiar nuevas ediciones, sobre todo aquellas que exigen un trabajo de traducción.
En este orden:
- Lector voraz,
- curioso,
- selectivo,
- emprendedor,
- buen relacionista público.
No contesta.
Desde la baja rentabilidad del negocio editorial a la necesidad de financiarme con otro trabajo. Si convirtiera la editorial en una pyme que se dedicara exclusivamente a vender servicios editoriales, estimo que podría vivir económicamente de la edición.
La reedición de Proyecto de obras completas, de Rodrigo Lira, o El camino de Ida, de Ricardo Piglia.
Ese tipo de libros que nadie va a leer en un par de años o, quizás, en unos pocos meses… O aquellos que se reducen a la categoría de encuadernaciones con destino de saldo. Lamentablemente, hoy son el grueso de los títulos: libros descartables de actualidad política, superación personal o autoayuda barata.
Sospecho un crecimiento exponencial de la circulación del libro digital, un mayor nivel de caos en lo relacionado a la comercialización de derechos de autor. Sin embargo, considero que la buena literatura (o el arte literario) se seguirá desarrollando de la mano de los pequeños editores y no de las grandes corporaciones. Ojalá no sea sólo una expresión de deseo.
Leonora Djament
Eterna Cadencia
Un editor es aquel que elige qué publicar de modo tal de participar del mercado editorial y de la vida cultural de una región acorde a una forma previamente establecida por la casa editorial. De ahí las distintas figuras de editor.
Creo que no tenía muy claro los alcances de la tarea de ser editor cuándo ocupé por primera vez el cargo hace casi veinte años. A lo largo de los años fui descubriendo las posibilidades de intervenir en distintos temas político-culturales desde la edición. En ese sentido, desde lo personal y desde Eterna Cadencia, elegir traducir una literatura no conocida, reeditar libros fundamentales para el pensamiento o poner en circulación nuevas narrativas, un estado de la lengua o un modo específico de edición es aportar a las discusiones del presente.
No está claro todavía, pero confío en que el rol del editor siga siendo muy parecido al menos en su naturaleza. Lo demás son avances tecnológicos.
Eterna Cadencia es la editorial que soñamos con Pablo Braun hace un poco más de cinco años y en la que trabajamos todos los días para que sea eso que pensamos.
No contesta.
No contesta.
Todos todo el tiempo: que un libro no venda en el tiempo que uno espera, que los libreros no se interesen por los libros que uno edita, que económica o financieramente las cosas no resulten, que los intereses de los lectores sean contrapuestos a los libros editados, que los libros salgan mal editados, traducidos, corregidos, impresos.
Publicamos cada uno de los libros que quisimos publicar en 2013.
Libros por los que no pueda responder intelectual o políticamente.
A cinco años, todavía muy parecido al de hoy.
Matías Reck
Editorial Milena Caserola
Un editor sirva para reinventar el libro, para pensarlo, para dar a conocer la cadena de producción que se extiende entre la concepción de un texto y la hechura del libro y su circulación. Un editor sirve para intentar desaparecer, para hacerse invisible a la hora de la lectura y para materializarse en los momentos sensitivos, al tocar, al oler, al mirar, al darle vida al objeto hoy mercancía.
Quería la revolución del libro, libros al costo de imprenta, al precio del kilo de pan como decía Boris Spivacow, de alta calidad, como los de antes. Cambiar las reglas del mercado, los porcentajes de librerías y distribuidoras, eliminar intermediarios, hacer eterna la Feria del Libro Independiente de la Argentina y derrocar la mafia de la Rural. Hoy por hoy me he aburguesado lo suficiente como para querer viajar a la mayor cantidad de ferias internacionales, exportar, vender derechos, izquierdos, ambidiestros, y fijar los PVP más altos posibles haciendo que se valorice el libro y que se pueda pagar en cuotas con la tarjeta de crédito.
Como un Cyborg wikipediero de boina y tablet, volando por avenida Corrientes con su patineta portátil línea B combinación con línea Gelman.
Como trabajan en Google, aire acondicionado, cafetera, puf, secretarios puaners, Vjs en vivo, con todo en regla, habiendo pagado los trámites de obra publicada, con autores contentos y libros coloridos, en realidad, trabajo en la editorial ideal, Milena Caserola con sedes en París y Berlín es un sueño que nunca se me había presentado.
- Escuchar al autor.
- Abstraerse y crear.
- Dirigir un equipo, correctores, maquetadores, diseñadores, imprenteros, prenseros, distribuidores.
- Simpatía y caradurismo.
- Mucho amor.
En la 1, genial; en la 2, mejor aún; la 3, pa’trás; la 4, total, y la 5, con altibajos.
A veces lo que más faltan son ideas, se vuelve el trabajo un poco automático y no surgen motores que dinamizan la tarea.
Los del Gordo Sagrado Sebakis que no fueron publicados.
Pienso: la autobiografía de Macri, la Guía T con el circuito papal, el nuevo manual porno de la policía metropolitana. Pero digo, sí, me gustaría publicarlos. Ahora estamos por sacar “Mi Lucha”, de un autor local.
Más e-books, más libros en papel, más libros, más editoriales butik, más traducciones, más mundo editorial.
La nota completa puede ser leída en la página de Miradas al Sur.